WHEN DOG FIGHTS WERE “PECHADAS” AND “PIMPOLLADAS”

La famosa pelea entre los perros ‘Nerón’ y ‘Fati’ en el campo de fútbol de Barrial con las gradas llenas (en torno a 1963). | FOTO CEDIDA POR FAMILIA SAAVEDRA

 

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La presencia del perro en diversas labores en los campos isleños (pastoreo, guardar el ganado, vigilar fincas) también tuvo un papel en las relaciones y piques entre vecinos y pueblos. A mediados del siglo XX, sobre todo en Gran Canaria, la afición a las peleas de perros era una “pasión loca”. [En PELLAGOFIO nº 77 (2ª época, julio/agosto 2019)].

Por YURI MILLARES

 

 

El presa canario es una raza canaria de perro, de carácter noble pero aspecto imponente, cuya funcionalidad actual es la de guarda. Hace apenas 50 años era, fundamentalmente, un perro de pelea, y con esa intención se hacían los cruces: por una parte, entre los antiguos presas que llegaron tras la conquista y los bardinos de origen indígena (el majorero en Fuerteventura y el denominado –y ya desaparecido– “perro de la tierra” en Gran Canaria) que cuidaban ganado y guardaban fincas; por otra parte, con bulldogs y, sobre todo, bulterriers que llegaban a los puertos de las Islas de la mano de los ingleses. Eran tiempos en los que, sin televisión, el fútbol se seguía por la radio y en los pueblos lo que había era lucha canaria, peleas de gallos y peleas de perros.

“Sobre todo en Gran Canaria, las peleas de perros eran una cosa muy común. Era una pasión loca”, dice Clemente Reyes, criador de perros de presa canarios. “En Las Palmas, en los años 50, me decía el hijo de Juan Martín el luchador que cada vez que se enteraba de la llegada de un barco inglés salían corriendo al muelle porque los tripulantes o los viajeros solían ir con perros bulldog o bulterrier y buscaban alguna perra que estuviera en celo para cruzarla”.

Clemente Reyes:
“ERA UN TEMA DE PIQUES Y DESDE QUE VEÍAN QUE SE ESTABAN HACIENDO DAÑO LOS SEPARABAN Y SE ACABABA LA HISTORIA”

“Hay que entender la cultura que había, el espectáculo”, explica. “Yo no las defiendo, las detesto, pero las peleas de perros de presa en Canarias eran muy distintas a las que se ven por ahí, esas peleas salvajes que hacen los americanos o los holandeses con apuestas. Era un tema de piques y desde que veían que se estaban haciendo daño los separaban y se acababa la historia. Más bien eran pechadas, salvo alguno que pudo haber en plan bestia que no era lo normal. ¡Los propios dueños eran quienes más cuidaban los perros, porque al día siguiente lo necesitaban para vigilar la casa o llevarlo a la finca!”.

“El perro de presa lo que tiene es eso, que mantiene la presa con los dientes y no rasga. Y las peleas nunca eran hasta el final. Todo el mundo quería a su perro y si tú veías que ibas perdiendo, parabas”, confirma Amable Rodríguez, cuyo padre era muy aficionado a las peleas de perro en aquellos años. Las peleas de perros en aquellos años 40, 50 y todavía en los 60 tenían lugar en fincas por piques, o eran públicas y se celebraban delante de la iglesia incluidas en el programa de las fiestas que el periódico anunciaba.

Perros para guardar fincas
Francisco Saavedra Sosa sabe mucho de eso. En los campos eran habituales peleas de perros de la tierra, un animal, coinciden todos los testimonios, “muy inteligente”. Había dos ganados y dos pastores, cada uno con uno de esos perros, asegura, “y le decían a los perros ¡eh, abajo, a pelear!, y se iban los dos abajo, peleaban, y cuando les silbaban, se soltaban y cada uno iba a su sitio”.

Diario ‘Falange’ del 15 de julio de 1960. Anuncia el estreno en Las Palmas de la película del Oeste ‘Busca tu refugio’, con James Cagney y ofrece el programa de las Fiestas de la Cuevita en Artenara: el día 18 de julio, diana floreada y función religiosa, carrera de caballos y peleas de perros. | ARCHIVO BIBLIOTECA UNIVERSITARIA (ULPGC)
José (hijo del criador Pancho Saavedra) con ‘Moro’, un presa de pelo negro con el pecho blanco y orejas “chapeadas” (no se le cortaron). | FOTO CEDIDA POR FAMILIA SAAVEDRA

Su padre, Francisco Saavedra Bolaños, conocido como Pancho Saavedra, fue un criador de perros de presa en Gáldar con ejemplares que se hicieron muy famosos en peleas. “Vamos a echar una pimpolladita nada más”, se solía decir. Le traían muchas perras de otras partes de la isla y de Tenerife, para cubrirlas con sus campeones.

LO QUE PANCHO SAAVEDRA BUSCABA INICIALMENTE ERA PERROS QUE LE GUARDARAN LAS FINCAS, PORQUE EN LOS AÑOS 40 HABÍA HAMBRE Y LE ROBABAN EL MAÍZ

Curiosamente, lo que Pancho Saavedra buscaba inicialmente era perros que le guardaran las fincas, “un perro celoso para la gente que se metía allí, que no mordiera, sino educado, le decías ¡ssh, quieto! y se quedaba en el sitio”, relata su hijo. “Entonces empezaron los años 40 y el robo de maíz porque había hambre, el robo de los cebollinos para las cebollas, que se plantaban en pozas y de noche venían y se los llevaban. Y tu llegabas allí, ¡me cago en diez, los cebollinos se los llevaron!” En cierta ocasión “a mi padre le dieron un perro de presa precioso que se llamaba Grei. Se lo dio Jesús Molina, el hijo del dueño del cine. Mi padre confiaba en aquel perro y en aquella época estaba guardando el millo. Estaba ya en la tierra para que se secara y después desgranarlo en el pajar, y Grei se acostaba en el pajar sobre una colchoneta encima del trillo”.

Pancho Saavedra Bolaños:
“¿EL PERRO NO LE LADRÓ AL ENTRAR? ¡ESTE CONMIGO NO COME MÁS GOFIO!”

 

Al poco, una noche de madrugada, el perro dejó entrar en la finca a Juan Sosa, un tío de Pancho, “que tenía una chispa y, en vez de subir a su casa en La Montaña, se quedó a dormir allí”. ¿Por dónde entró?, le preguntó Pancho extrañado. “Coño, por la puerta”, le contesto el tío. ¿Y el perro no le ladró?, insistía Pancho. “¡Este conmigo no come más gofio!”, se dijo mirando a Grei.

 

Fue así como se puso a buscar sustituto. “Juan, ¿dónde hay un perro malo, coño? Un perro de la tierra”, le preguntó a su primo Juan el Calero. “Francisco Monzón tiene uno en La Montaña. Le tira la comida de lejos porque no se puede acercar a él”. Pues allá fue y le ofreció un cambio, “el que tienes ahí por uno que yo tengo, un perro de presa noble”. Y el vecino le responde: “¿Pancho, y quién lo suelta? Ese perro me lo trajeron de La Aldea porque mordió al dueño, que se lo regalaron cuando era cachorro porque con sólo tres meses mordió a un niño”.

El ‘Bicho’ era realmente malo
Era “¡maaalo como él solo!”, recuerda el hijo de Pancho Saavedra. Su nombre lo dice todo: Bicho. El intercambio se llevó a cabo y Pancho Saavedra ¡lo soltó! y se lo llevó amarrado y “con un sálamo de verguilla*” en la boca. Aquella noche, atado con una cadena, le dio de comer “trozos de payo*” hasta que el perro, entre gruñido y gruñido amenazador, se hartó. Acto seguido el animal le brinca a la cara a Pancho, que lo estaba esperando, y éste le pegó con la cadena en el lomo y le gritó: ¡Soy tu amo! “Sólo le dijo esas palabras y a partir de entonces le fue fiel hasta la muerte”.

Francisco Saavedra Sosa:
“ENCARGÓ UN SÁLAMO DE CORREA DE MÁQUINA, SELLADO COMPLETAMENTE PARA QUE NO PUDIERA SACAR UN DIENTE POR NINGÚN SITIO. MI PADRE TENÍA QUE TENER UNA SEGURIDAD CON AQUEL PERRO IMPRESIONANTE”

 

Le encargó a Pepito el zapatero, que era sacristán en la iglesia de Gáldar, “un sálamo de correa de máquina, sellado completamente para que no pudiera sacar un diente por ningún sitio. Mi padre tenía que tener una seguridad con aquel perro impresionante, porque se comía a un cristiano. ¡Un perrillo de apenas 30 kilos!”, dice.

La fama de Bicho y su fiereza se extendió por toda la isla a medida que le iban retando a peleas, algo muy normal entonces (“vamos a echar una pechada”) de las que salía siempre vencedor, incluso frente a perros de presa de 50 kilos cuando él apenas pesaba 30. Le traían tantas perras para que las cubriera “que mi padre le guisaba cascabeleras de la irritación que cogía”.

Pechadas, en cualquier lugar
Los retos a las pechadas ocurrían en cualquier momento y lugar. “Una tarde vemos una multitud venir [hacia la finca], porque antiguamente no eran plataneras, sino tomateros, cebollas, papas y millo, los muros eran bajos y se veía –relata Francisco–. Parecía un entierro Eran los años cuarenta y mi hermano Pepe y yo éramos chiquillos. Mi padre estaba regando la alfalfa… ¡Papá, papá, ahí viene un montón de gente!” Pancho ya sabía a qué venía esa gente y no era a un entierro.

 

Preparándose para una pechada en la que está Salvador Hernández (más conocido como Salvadorito el de los perros) con ‘Nerón’ (que lo tuvo después que Pancho Saavedra), en Valsequillo. | FOTO CEDIDA

​“Yo el perro no lo quiero para pelear, no conozco el perro que viene, puede ser uno que destroza”, insistía, pero la pelea terminaba ocurriendo. Además, la diferencia entre el perro de la tierra y el presa, durante la pelea, es que el presa “agarra y no suelta o, si suelta, coge otra vez, pero no espirrafa como el perro de la tierra, que en un momento ¡raaash-raaash! y te crucifica”, asegura Francisco.

“[VENÍA] UN TAL DON RICARDO Y UN MONTÓN DE GENTE DE ARRIBA DEL CAMPO. YASH COÑO, FUERTE PELEA DE PERROS VA A HABER AQUÍ, DECÍAMOS MI HERMANO Y YO CONTENTOS”

 

Efectivamente, recuerda, aquella comitiva era “un tal don Ricardo, un hombre con cortijos en Juncalillo vestido de negro en la punta de alante, y un montón de gente de arriba del campo. Yash coño, fuerte pelea de perros va a haber aquí, decíamos mi hermano y yo contentos, que nos subimos a unos cantos de pedrera amontonados al lado del pajar”.

La gente se agolpó en la finca aledaña, sobre un muro, y empieza la pelea. “Mi padre ya venía con el Bicho, con una soga corrediza y solía soltarlo cinco metros antes para que el perro, con el impulso, tirara al otro. Lo suelta, el otro cae y siguen dando vueltas uno arriba del otro hasta que sale aquel perro chillando. En un momento le sacó carne de tres mordidas que le hizo”.

Pánico al ‘Bicho’
Pero la función de Bicho seguía siendo cuidar la finca. Allí tenía Pancho una higuera por donde pasaba la gente y se llevaba la fruta “Unas brevas preciosas y dulces. ¿Qué hace mi padre? Amarra al perro en la higuera y los higos al final se caían podridos. No había quien se los cogiera. Por allí solía pasar Juan Bolaños con las cabras y quería comer un higo de aquella higuera. Y el perro no lo dejaba ¿Sabes lo que llegó a hacer el hombre? Llevar un trapo untado de los órganos de una perra en celo, que se lo pones a un perro y se queda bobito-bobito… Ni con esas”, ríe.

“LOS GUARDIANES ESTABAN ACECHANDO A ‘BICHO’ PORQUE LE TENÍAN PÁNICO A ESE PERRO”

También pasaba por allí “Vicente el de cho Damián a coger pulpo, con un mechón. Eso sí es grande, porque a un tigre y a un león le vas con un mechón ardiendo y cogen las de Villadiego. Este perro no: le apagaba el mechón a Vicente. Y Vicente le decía a mi padre ‘yo tengo que entrar y sentarme contigo en el camastro. Y él le contesta ‘pues entre Vicente’. Y el perro ahí hasta que no le quedaba más saco para darle fuego y le apagaba el mechón. ‘Dios mío, yo no he visto un animal como éste, ni al fuego le tiene miedo’, decía Vicente”.

 

 

Pancho Saavedra Bolaños con ‘Nerón’ (hijo de un perro de presa de Gran Canaria y nieto de una perra de presa blanca que trajeron de Cuba). | FOTO CEDIDA POR FAMILIA SAAVEDRA

Debido a los frecuentes robos en las fincas de la zona “los de la sindical pusieron guardas jurados, que iban uniformados y con un mosquetón”, también llevaban una cinta de cuero que les cruzaba el pecho. A Pancho le bastaba con su Bicho, pero, le advirtieron algunos, “los guardianes lo estaban acechando, porque le tienen pánico a ese perro”.

El fin de ‘Bicho’
Poco después, Bicho murió desangrado con el estómago perforado: le habían dado de comer carne con vidrios rotos. “Yo no vi llorar a mi padre como aquella vez. Fue un duelo como si se tratase de un hijo”.

Fueron unos años en los que los perros de la tierra fueron desapareciendo. “Le hizo mucho daño el pastor alemán, cuando vino todo el mundo quería un perro policía, como le decíamos”, conversa Amable con Francisco. Pancho siguió teniendo perros a lo largo de su vida, en su mayoría presas canarios, y participando en peleas unos años más –las más memorables con el famoso Nerón, un presa gigantesco de 72 kilos– hasta que, finalmente, las dejó.

■ HABLAR CANARIO
La legendaria pelea entre ‘Nerón’ y ‘Fati’, amañada con un ungüento quemón

Hijo de un presa de Gran Canaria y nieto de una presa blanca que trajeron de Cuba (a donde muchos canarios llevaron este tipo de perros) nacieron a mediados del siglo pasado dos cachorros que se hicieron famosos, entre otras cosas, por su gran tamaño. Uno fue Nerón, que se lo trajo Pancho Saavedra a Gáldar desde el barrio de Guanarteme, en Las Palmas.

Francisco Saavedra:
“NERÓN’ PESABA 72 KILOS, LOS MISMOS QUE MI PADRE, QUE A VECES SE MONTABA ENCIMA Y DABA UNO PASOS SUBIDO A ÉL”
 

“Pesaba 72 kilos, los mismos que mi padre, que a veces se montaba encima y daba uno pasos subido a él”, recuerda el hijo, Francisco. El otro acabó en manos de un señor de Los Arbejales, en Teror. Estos perros hermanos coincidieron en otra circunstancia: pelearon contra el Fati, un cruce entre presa canario y gran danés que era el campeón del pueblo de Guía en las peleas de perros.

Primero fue en Teror. “Vamos a echar una pimpolladita, nada más que una pechada” le proponen al señor de Arbejales, que no quería: “Yo a mi perro lo quiero mucho, me lleva al niño al colegio, va a comprar a la tienda, es uno más en mi familia. ¿Cómo voy a echar a pelear a ese perro?”. Pero le insisten, “un momento nada más”. Al fin accede y, en pocos segundos, vence.

LA PELEA TUVO LUGAR EN EL CAMPO DE FÚTBOL DE BARRIAL ANTE CENTENARES DE PERSONAS QUE ABARROTABAN LAS GRADAS…
 

“El Fati empezó a cantar y se lo quitaron”, sigue relatando Francisco. Pero los de Guía volvieron para las fiestas de Teror y lo vuelven retar. El dueño de aquel perro, que vio la facilidad con que su perro dominó al Fati, no pone reparos: “Bueno, una pimpolladita nada más, siendo las fiestas de Teror no me importa”.

Pero para sorpresa de todos, cuando los dos perros se pechan, el perro de Teror “salió chillando y se metió en medio del público”. Todo el mundo se quedó asombrado “¡Pero si no agarraron, no cogieron presa!”.

Y llega el turno de Nerón en esta historia de piques con perros de pelea, ahora en Gáldar. Era 1963, año más, año menos. “Va Sendo con Pepe Reina, el Kíkere, don José Molina el maestro, mi tío Víctor y unos cuantos más a ver a mi padre: ‘Coño Pancho, esta gente quiere echar una pimpollada con el Nerón”.

¡…EL ‘FATI’ ERA TODAVÍA MÁS ALTO QUE EL GIGANTESCO ‘NERÓN’!

La pelea tuvo lugar en el campo de fútbol de Barrial ante centenares de personas que abarrotaban las gradas y con la policía municipal y la guardia civil presentes, como si de un partido de fútbol se tratara. Pero esta vez era para presenciar diez peleas, la última de ellas con los pesos pesados: ¡El Fati era todavía más alto que el gigantesco Nerón! Todos los perros se lavaban antes de echarlos a pelear, para evitar las trampas de quienes le ponían pimienta picona a su perro en el cuello. Un tal Joaquín lavó a Nerón y Pepito Ojeda lavó a Fati. Empieza la pelea, los perros topan y Nerón no salió corriendo ni aullando, pero quedó paralizado babeando, la boca le ardía; el Fati lo mantenía agarrado y acabó la pelea. ¿Qué había pasado? La grada estaba enfurecida, “¡ese no es Nerón!” Algunos sacaron los naifes [cuchillos].

Pancho se llevó al perro convencido de que estaba enfermo. Pero no, al rato cayeron en la cuenta: “Papá, ¿en Teror no pasó lo mismo con el hermano?”, le dice Francisco. Unos meses después descubrieron cómo venció Fati a los perros de presa hermanos, en Teror y en Gáldar.

Lo confesó alguien apodado El Chirril, “un viejo que estuvo un montón de años en Cuba” y de allí trajo la fórmula de un ungüento quemón: “Yo fui el que le dio la medicina a los de Guía”, le dijo un día a su abuelo José. “Entonces hablamos con don Chano [Sebastián Rodríguez] el farmacéutico. Nos explicó que es un ungüento que contiene mercurio, entre otros ingredientes, que se le pone al perro nueve días antes de la pelea y cuanto más lo lavas, más quema” ●

*VOCABULARIO
payo. Estómago del cerdo, del portugués paio: “Carne de porco ensacada em tripa de intestino grosso”. cita el Tesoro lexicográfico del español en Canarias ●

verguilla. “Alambre”, anotó Benito Pérez Galdós en su cuaderno de palabras canarias (reproducido en el libro de Eugenia Hernández y José Antonio Samper Voces canarias recopiladas por Galdós)

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Ewa Ziemska

Breeder and researcher of Presa Canario. Lived in Poland, London UK and presently stays in Kentucky, USA and traveled through whole Europe and 22 States discovering the breed. Speaks Polish, English and Spanish. Master of Science of Management and Computer Modeling and Engineer of Production Engineering of Kielce University of Technology. Avid traveler, photographer and dog book collector. Instagram @reygladiador